domingo, 28 de diciembre de 2008

Canción de Navidad



El fin de año huele a compras,
enhorabuenas y postales
con votos de renovación;
y yo que sé del otro mundo
que pide vida en los portales,
me doy a hacer una canción.
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La gente luce estar de acuerdo,
maravillosamente todo
parece afín al celebrar.
Unos festejan sus millones,
otros la camisita limpia
y hay quien no sabe qué es brindar.
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Mi canción no es del cielo,
las estrellas, la luna,
porque a ti te la entrego,
que no tienes ninguna.
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Mi canción no es tan sólo
de quien pueda escucharla,
porque a veces el sordo
lleva más para amarla.
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Tener no es signo de malvado
y no tener tampoco es prueba
de que acompañe la virtud;
pero el que nace bien parado,
en procurarse lo que anhela
no tiene que invertir salud.
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Por eso canto a quien no escucha,
a quien no dejan escucharme,
a quien ya nunca me escuchó:
al que su cotidiana lucha
me da razones para amarle:
a aquel que nadie le cantó.
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Mi canción no es del cielo,
las estrellas, la luna,
porque a ti te la entrego
que no tienes ninguna.
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Mi canción no es tan sólo
de quien pueda escucharla,
porque a veces el sordo
lleva más para amarla.



Para oir y ver "Canción de Navidad":









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sábado, 27 de diciembre de 2008

Festejos de Nuevo Año

Un nuevo año llega a su fin y todos festejamos el comienzo de otro.
Hace unos días, Galeano me develaba, a través de su maravilloso programa de televisión, que en verdad celebramos sobre las ruinas de una ciudad española rebelada contra el Imperio Romano y aplastada por el ejército de éste un 1º de enero.
Antes de aquel pasaje de ciudad a ruinas, el año comenzaba en marzo.
¡Qué extraña belleza tiene una dolorosa verdad resucitada del olvido!
No parece equívoco pensar que tal belleza resida en su constitución como alimento y motor de la conciencia. En un mundo donde el olvido gestiona enajenación, la memoria nos devuelve identidad. Y sabernos y reconocernos y recordarnos, es un paso insoslayable en el camino hacia la liberación.
¡Cuán minucioso es el trabajo de los hechiceros anestesistas para que del olvido de la explotación y el dominio, construyamos recuerdos festejables!





Ruinas de la ciudad de Numancia, último bastión de los rebeldes hispanos.
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El paso del tiempo
Seis siglos después de su fundación, Roma decidió que el año empezaría el primer día de enero.
Hasta entonces, cada año nacía el 15 de marzo.
No hubo más remedio que cambiar la fecha, por razón de guerra.
España ardía. La rebelión, que desafiaba el poderío imperial y devoraba miles y más miles de legionarios, obligó a Roma a cambiar la cuenta de sus días y los ciclos de sus asuntos de Estado.
Largos años duró el alzamiento, hasta que por fin la ciudad de Numancia, la capital de los rebeldes hispanos, fue sitiada, incendiada y arrasada.
En una colina rodeada de campos de trigo, a orillas del río Duero, yacen sus restos. Casi nada ha quedado de esta ciudad que cambió, para siempre, el calendario universal.
Pero a la medianoche de cada 31 de diciembre, cuando alzamos las copas, brindamos por ella, aunque no lo sepamos, para que sigan naciendo los libres y los años.
Eduardo galeano, Página/12, Buenos Aires, 11 de abril de 2004



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domingo, 30 de noviembre de 2008


PENSAR LA REALIDAD


Camino algo aburrido los diferentes senderos que conducen al lago artificial de Parque Centenario. En un intento por irme desando uno de ellos y cruzo entre las rejas. De allí hasta la calle me acompaña, a uno y otro lado de mis lados, el incipiente armado de puestos de una feria artesanal prejuiciosamente igual a todas. Justo antes de alcanzar la ratona mesa de tarot –a la que traspasarla significaría alcanzar el afuera- , dos puesteros bastante mayores me desmienten con su diálogo y la feria se distancia de otras que he recorrido:

-Te digo una cosa, terminamos de armar y se larga...

-Yo tengo pensamientos más…

-No se trata de pensamientos –interrumpe el primero- es la realidad, está horrible.

-¿Ahora me vas a decir que mis pensamientos no son reales? ¡Andá a cagar! Nada más real que lo que pensamos.

Ellos ríen y continúan “desembultando” sus riquezas para exponerlas. Yo, llego a la calle pero un nuevo camino de piedras me devuelve al parque; necesito escribir.
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DEL AMOR AL ANARQUISMO

Un bostezo mutila mis sentidos y me distancia del tiempo. Pero el pupitre, siempre incómodo y cada vez más pequeño me devuelve. Un timbre agudo pero raspado no deja de balbucear ideas que no atiendo ni entiendo. La voz que obliga al tedio es la del profesor, estamos en clases. Entonces algo rompe la monocorde desarmonía. Yamila me deja leer algo que quisiera contarme pero no puede. Su texto me salva de la muerte; leo:

- Anoche escuché a Dolina y dijo, o mejor dicho, reflexionó algo sobre el amor y las relaciones. Decía que es un error del hombre burgués intentar estabilizarlos ya que según él, en el amor siempre hay uno que se está precipitando hacia un enamoramiento destructor, mientras el otro cae en el desamor suicida. Eso no se puede estabilizar -es un eterno puente movedizo-, y quien lo intenta hacer (el hombre burgués, según él) lo hace mediante el casamiento, una casa común, un auto a nombre de los dos, etc. Y cuando se cae, como todos, lo hace con todo eso encima.
A mi me encantó y me pareció genial la idea de que amar es estar en una cuerda floja. Siempre yo, obviamente, me caí… jajajaja!
En eso pensaba mientras este Bartolito hablaba, y te lo quería compartir.


Y así comenzó, ya hace muchos días, un nuevo Chat del tercer mundo (en papel) que aún conservaba con la obligación de publicar y que por fin me decido a hacerlo. Entonces respondí:

- Ya le había escuchado esta reflexión. En su momento me pareció genial pero, como buen romántico, terminó por no cerrarme. Yo soy un hombre burgués o, mejor dicho, estoy impregnado por los vicios de uno, no voy a negarlo. Sin embargo, las historias de amor que anhelan eternizarse no nacen con la modernidad, son muy mucho más antiguas. En conclusión, esa reflexión me pareció luego, la de un resentido que no ha tenido suerte o no ha sabido. Ya conocemos a este tipo de incapacitados… jajaja!

- Eso es muy cierto. Pero la sensación de que el otro se nos está yendo, reconocé que aunque no sea cierta -porque en realidad está muriendo de amor por nosotros- siempre nos ataca y nos persigue. He aquí la génesis de los celos. Nunca nos sentimos seguros en pareja, siempre sentimos que el otro se está cayendo mientras nosotros volamos. ¿O no?
Y con respecto a los incapacitados, creo que sus problemas residen en que vuelven estable la inestabilidad. Naturalizan la desdicha que ellos producen, no son incapaces de amar, sino de revelarse a la estructura que se impusieron para poder vivir; dentro de la cual el amor no puede crecer libremente, no es posible condicionarlo a un marco.
Y nosotros, más románticos y más revolucionarios, podemos romper con lo que se ponga en el camino del amor… ¡Mejor llamemos a Marx, para que les enseñe a revelarse!

- Me gustó. Cuando les digo incapacitados es por eso. Pero aunque ya lo había pensado, no dije lo que vos aclarás muy bien: la silla de ruedas se la construyen ellos mismos.
Tambiés estoy de acuerdo con la idea de que la sensación de que el otro se nos escapa es tan madre de los celos como necesaria. Con lo que no acuerdo es con la certeza de que el anhelo de estabilizar el amor sea un deseo burgués. Sí creo que es un afán contradictorio y hasta pervertido, por querer trocar el ser natural de las cosas. Pero aunque festejo a Anaximandro en su cosmovisión caótica del mundo, también me declaro humildemente un hombre que sólo puede dominarse a partir de cierto orden, siempre impuesto y no dado. Este orden pervierte y denigra el estado originalmente caótico, pero es lo único que me mantiene a raya. Quiero saberlo pero necesito negármelo para mantenerme cuerdo.
Sí, es patético, los hombres lo somos. Con la excepción de los genios pero yo no lo soy. Yo quiero creer en el amor estable, no me banco otra cosa… no digo que no es, sino que no me lo banco. ¿Se entiende?

- Sí, se entiende y lo entiendo. Nietzsche dice “el arte es lo único que nos puede salvar de la verdad” y, como todo buen romántico, aceptamos más el arte que la realidad. Pero es también un poco absurdo y soberbio de parte de todos los seres humanos creer que podemos definir qué es más real que otra cosa. ¿Es real el molino o el dragón? Yo no puedo resolverlo, ni quiero. Para mi la verdadera realidad es en la que uno cree. Por eso, contra todo pronóstico, creo en el anarquismo y la revolución, porque para mi a realidad la hace la fe. Paradójica afirmación la mía, ¿no? Pero bueno, la idea es que comparto esa postura poética frente a la vida porque el error de las personas es adoptar la otra postura creyéndola única. Ya no sé si es muy coherente lo que estoy escribiendo… mejor la corto acá.
Tu hoja arriba de l mía es más amarilla. ¿Cuál es la real? ¿Cuál es el blanco verdadero? ¿Importa más que eso que lo que sobre ellas se ha escrito?

- Mi postura no es poética, es pragmática; y su único interés es la supervivencia. Pero, atención, yo quiero seguir hablando y reflexionando sobre todo esto. Mi negación es para la cotidiano, mas no para mis íntimas reflexiones. Sino no podría creer en todo lo que creo y así creer en que se puede crear un mundo creíblemente justo. La realidad la construye el poder y no la fe. Pero es importante tener fe en que se puede acceder al Poder y así poder transformar, REVOLUCIONAR, la realidad. Lindo trabalenguas, ¿no?

- El poder no es otra cosa que fe. Una clase tiene poder sobre otra en tanto que la de arriba “cree” que ese es su lugar y ha hecho, a su vez, “creer” a la de abajo que ese es su lugar. Para mi eso no es otra cosa que una cuestión de fe. Así mismo una idea tiene poder sobre nosotros en tanto que creemos en los que nos plantea y pretendemos (por eso nos comemos estas horas embolantes) hacer que otros las crean. Para quien no comparte esa fe, la idea le es obsoleta.
Soy anarca, no puedo concebir el poder como algo objetivo. Si fuese así no sería posible eliminarlo, y yo pienso que sí. Porque creo que ningún hombre puede, ni debe, sentirse con mayor poder que otro.
Sí acepto la idea, ya que está instalada en la fe colectiva, para después destruirla.

- Me gustaría ser tan creyente. Tengo fe en el hombre, más que la mayoría. Pero no tanta como para creer que podemos prescindir del poder en su totalidad. Creo sí, en la fracturación más extensiva del poder en sus partículas menores, generando una democracia directa amplia y plenamente participativa. He aquí mi debilidad. Me cuesta creer en el anarquismo, aunque amo sus principios. ¿Cómo se haría para llegar a un estado en el que no choquen los intereses de los hombres sino es a través del establecimiento algunos pocos y bien estudiados límites? ¿Puedo confiar en que sin restricciones, TODOS los hombres actuarían sin atentar sobre algún otro? Verdaderamente, te envidio situ fe en el hombre es tan grande. Yo la tengo, creo, pero no es tan firme.

- El tema es que no es una fe en la mayoría, sino en los individuos. El anarquismo es el extremo individualismo. Sí es medio impracticable si se lo piensa en estas condiciones, las que el mundo capitalista nos impone, ya que estamos acostumbrados. La principal fuente de conflicto y choque de intereses es la codicia. Por eso creo que el primer paso es el comunismo. El hombre socialista (totalmente descapitalizado) puede vivir sin autoridad desde el momento que su ser individual y comunal se unifican. Cuando los intereses que para si pretende se generan en un contorno de intereses comunales, no hay conflicto. Hay una estructura de comunismo, pero no está institucionalizada. El poder institucional es el problema, y al que no quiero en mi utopía.
Además, la plena democracia es imposible, la humanidad en masa siempre necesita alienarse detrás de algún pastor.

- ¡Compro! Este Chat llegó hasta acá. No hay razones que me permitan argumentar en contra de tu utopía. Mi desconfianza es parte de este que soy aquí y ahora, como parte subsumida a la estructura. Entonces, lo mío será no una imposibilidad por falta de fuerza en la fe, sino por incapacidad para pensarlo correctamente. Gracias por tu respuesta. Se siente rico cuando uno lo vacían de argumentos que se hallaban a favor de los propios temores.

- Entonces, lo dejamos acá y lo retomamos después de la revolución comunista.

Hay oportunidades, no todas, en las que el contacto con el otro nos enriquece, nos propone el y nos impulsa al crecimiento. Para ello, mejor hablar de ciertas cosas… y dejar que "caigan las ideas". No importa cuan confusas sean o cuan equivocadas estén, ya mejorarán en sus formas y contenidos. Lo importante es compremeter nuestro espíritu en algo más que vanalidades...
















domingo, 5 de octubre de 2008

jueves, 11 de septiembre de 2008

Saber no puede ser lujo





Hoy se celebra en nuestro país el Día del Maestro. La verdad es que es una afrenta que se en honor de Sarmiento, pero no tengo ganas de ocuparme de él ahora.


Lo cierto es que estoy sentado desde hace rato desdibujando palabras que nada nuevo dicen. Así es que me decidí por compartir algunas cosas pre-existentes. La mejor de ellas no es mía, desde luego.




En primer lugar, un texto que escribí hace unos años y que se renueva en cada Día del Maestro; pues no hay año que no me enoje por lo mismo. Aquí está:




"¡Estoy harto! Desde que me desperté en la mañana, y en verdad desde hace algunos años, no dejo de escuchar discursos lacrimógenos acerca del arduo y misionero trabajo que hacen ingénuas y sacrificadas maestras rurales.
Soy maestro. Y puta si lo soy. Pero no enseño en un páramo desértico. No, enseño en el desolador Sur del Gran Buenos Aires. Y también sirvo la leche, reparto el pan y esquivo piojos y sarna. Todos los putos días me enfrento al escandaloso fracaso de saber que muchos de mis alumnos no van a alcanzar a aprender lo suficiente; y que, aunque lo hagan, ya se los ha expulsado, se los ha excluído, no son necesarios para este conchudo mundo en el que muchos ya estamos sobrando... Y voy igual, todas las mañanas, juntando mis pedazos y rearmándome para que no se me note en la cara... Y me miento a mi mismo, en más de una vez, alegrándome por logros insignificantes para poder seguir creyendo que mi trabajo y sus esfuerzos no son inútiles... Y creo, aún creo de tanto en tanto... Y espero, espero que alguno de ellos despegue y zafe de tanta mierda...
Y además de todo ello, tengo que soportar que se diga que "esos son maestros", los que enseñan en una escuelita alejada de toda urbanización, sin recursos y con "verdadera vocación"... ¿y yo, qué carajo soy? ¿Alguien puede creer que se tiene lo suficiente en las escuelas más urbanas? ¿Alguno tiene somera sospecha de qué es lo necesario para aprender y para enseñar? ¿Es que estamos tan idiotas que podemos intuir que nuestros pibes no aprenden por falta de vocación de sus maestros?...
No es este un ataque contra las denodadas maestras rurales. Es un descargo contra su divinización porque ella se transforma en argumento para golpear a otros maestros. Aplaudo su trabajo, pero no para abuchear el mío o el de algunos de mis colegas. Y digo algunos porque tampoco puedo ser hipócrita y decir que todos los maestros están comprometidos con su labor. Pero sí puedo decir que somos muchos y que nos duele hondamente hacerle frente a la violencia física y simbólica que atraviesa con herida de muerte a nuestra sociedad..."




Hoy estoy más tranquilo, o menos enojado... no sé. Pero sigo pensando en todo ello. Y es que amo esta "profesión" (las comillas son porque me suena incómoda la palabra). Los que me conocen saben que la amo tanto, que ello me da permiso para odiar a todos los que la humillan, con mayor intensidad a los colegas que se cagan en los pibes y no tienen la menor idea de cuál es el rol que cumplimos, o deberíamos cumplir.


De aquí, que vuelva a citarme a mi mismo con un fragmento del discurso que leyera para el acto de egresados que nos galardonó con el título de profesores de historia, en diciembre del año pasado.




"...Estamos aquí, felices y emocionados, porque hemos obtenido un título, nos hemos recibido. En mi caso, como muchos saben, este es mi segundo título docente, quejoso, pero feliz maestro, maestro con vicios de profesor como acordamos con la querida Daniela, nuestra profe y amiga. Y como tal, como maestro, quiero hacer extensivas estas palabras también a los compañeros que hoy están poblando el guardapolvo blanco porque se han recibido de maestros. A todos, a mis compañeros queridos y leales, y a los que no conozco, y a los que no son queridos ni leales -¿por qué no?-, a todos:
Se nos presenta ahora el verdadero desafío. Esta etapa que atravesamos fue, aunque nos sintamos muy cansados, la más fácil de este tránsito. Ahora somos docentes, somos maestros, somos profesores. Y somos docentes en tiempos abyectos, no hace falta que les cuente por qué. El desafío es grande y la lucha será diaria.
Es imperioso que sepamos de la responsabilidad enorme que se ha puesto en nuestras manos. No podemos ir a las escuelas inconcientes de que estamos repitiendo las peores miserias de la humanidad sólo porque son saberes socialmente reconocidos. Tenemos la responsabilidad de hacer saber a nuestros alumnos de las atrocidades que han generado en los pueblos la ambición económica, la competencia por ello, las guerras por ello, el hambre por ello. Los pibes lo saben, lo saben mejor que nosotros que con el título como símbolo de status solemos padecer de nefasta amnesia. Pero no basta con saber qué ha sucedido y qué sigue sucediendo, es necesario acompañarlos en el descubrimiento de la causas para dotarlos de las herramientas que les permitan constituirse en una generación que sepa luchar contra las injusticias de este mundo y contra los injustos que las promueven y las venden como verdad hegemónica e insoslayable. No es verdad que este mundo es así porque debe serlo, nosotros tenemos la obligación de saberlo y de educar a nuestros pibes en la más profunda conciencia de ello. De lo contrario nuestra labor carecerá de todo sentido, o peor aún tomará un sentido errado.
La búsqueda de una vida más humana debe comenzar en la escuela. Y para ello es necesario rescatar de las sombras la esencia del hombre, del hombre creador de su realidad, ni reproductor ni transformador, CREADOR. Tenemos que ir a las escuelas como trabajadores, pero como dijo alguna vez el Che, como trabajadores “…con la conciencia de la importancia que tiene el acto creativo (…) hacer del trabajo algo creador, algo nuevo…”. La escuela es un arma tremenda y no podemos darnos el lujo de dejarnos usar como gatillos que disparan destinos premoldeados. Porque eso hace la escuela si no tomamos conciencia del verdadero peso de nuestro rol, repite y reproduce inequidades, desigualdades, miserias y desventajas. Pero si nos hacemos cargo, podremos hacer alguito por cambiar esa impronta. No será sin abatimientos porque el monstruo con el que se lucha es enorme, pero -y se los diga por experiencia- cuando aunque más no sea un solo pibe se les acerque para contarles orgulloso que preguntó por qué y no aceptó las cosas tal y cual se las presentaron, o que se quejó por un maltrato revalidándose, o que no se dejó humillar obligando a que se lo respete respetándose primero así mismo, cuando algo de eso pase y ese pibe les haga sentir que tuvieron que ver ustedes maestros y profesores con ese paso adelante, la satisfacción será suficiente recompensa.
Ahora bien, esa tarea no puede hacerse con dobleces. No puedo enseñar a mis alumnos a pelear contra las humillaciones a que este mundo los condena y al mismo tiempo ser yo el que recurra a la humillación para sostenerme en una posición de poder por sobre ellos. Y he aquí otro punto al que debemos prestar atención. Buena parte de nosotros ha padecido maestros y maestras, profesores y profesoras que han elegido usurpar el poder que confiere el rol docente desde el cobarde lugar que el abuso de ese poder significa. No nos convirtamos nosotros en esos docentes que orgullosos y jactantes nos arrancaron lágrimas de impotencia. No nos dobleguemos ante las muchas adversidades que vamos a encontrar en nuestros trabajos y cedamos al atajo de la violencia y la humillación contra los pibes. Si es verdad que ellas son caminos más cortos hacia el control del grupo tan en boga por estos tiempos en los discursos escolares, también es verdad que son caminos que nos alejan de la posibilidad de comunicación con el grupo… a los gritos nadie conversa, nadie reflexiona, nadie se escucha… nadie aprende, nadie enseña.
Se puede abordar la docencia desde la cercanía con el alumno, desde el conocimiento de quién es, qué le pasa, qué siente, qué ama y qué odia ese pibe. Entre los presentes tenemos ejemplos de ello, son los profesores que elegimos para que nos acompañen, ellos saben quiénes son. No hace falta enrostrar acumulación de conocimientos queriendo hacerlos pasar por sabiduría, y poner distancia inmunológica con el alumno. Abordemos el fructífero sendero de educar a través del respeto y el afecto por nuestros pibes, que es la única manera en la que sabremos que estamos haciendo lo correcto. Claro está que ese camino no puede ser transitado sin un profundo amor por el saber, somos maestros y profesores; es menester que no detengamos nunca nuestra carrera. El título no es garantía de nada, es necesario continuar estudiando, leyendo, perfeccionándose. Esto también es respetar a los alumnos, ejercer responsable y profesionalmente nuestro trabajo, y jamás arrobarnos la fantasiosa seguridad de que todo lo sabemos."




Creo que ese día dije mucho de lo que creo y de lo que hoy quiero volver a decir, y no me sale mejor que entonces. No digo con ello que aquel día lo dije bien, sino que lo dije lo mejor que pude.




Por último, lo mejor de esta entrada: una canción de Silvio Rodríguez que me inspira en mi labor y que llevo su bandera. Creo fervientemente en aquello de que "saber no puede ser lujo" y trato de limar, desde mi pequeño rol de maestro de grado, la inequidad que sufre el reparto de conocimientos en este país, en nuestro mundo. Aquí va la letra y el link para que escuchen y vean el video de "EL ESCARAMUJO":








Por qué la tierra es mi casa?
Por qué la noche es oscura?
Por qué la luna es blancura
que engorda como adelgaza?

Por qué una estrella se enlaza
con otra como un dibujo?
Y por qué el escaramujo
es de la rosa y del mar?

Yo vivo de preguntar,
saber no puede ser lujo.
Yo vivo de preguntar,
saber no puede ser lujo.

ESTRBILLO
Yo vine para preguntar
flor y reflujo
soy de la rosa y de la mar
como el escaramujo (bis)

El agua hirviente en puchero
suelta un ánima que sube
a disolverse en la nube
que luego será aguacero

Niño soy tan preguntero,
tan comilón del acervo,
que me marchito si le pierdo
una contesta a mi pecho.

Si saber no es un derecho,
seguro será un izquierdo.
Si saber no es un derecho,
seguro será un izquierdo.

Soy aria, endecha, tonada.
Soy Mahoma, soy Lao-Tsé,
soy Jesucristo y Yahvéh,
soy la serpiente emplumada.

Soy la pupila asombrada
que descubre como apunta,
soy todo lo que se junta
para vivir y soñar.

Soy el destino del mar,
soy un niño que pregunta.
Soy el destino del mar,
soy un niño que pregunta

ESTRIBILLO (bis)



Para terminar, quiero retomar esta última idea de Silvio. Nuestros pibes son el destino de este mar tempestuoso que es la vida. ¿Cómo es posible que tal destino sea uno feliz en las condiciones a las que este mundo lo condena?


Alguna vez escuhé que las plantas frutales cuando "sienten" que estan por morir, que la tierra no le ofrece nutrientes y que el agua no llega a humedecer sus raíces, canalizan entonces toda su energía hacia sus frutos. Allí, en los frutos de la planta agonizante, se encuentran las semillas que si bien no van a salvarla a ella, si pueden llegar a hacerlo con la especie. Particular comparación les convido para que entiendan por qué soy maestro...

Perdón por lo extenso....


Estos son mis "gurises", mis alumnos de este año.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Hoy estoy en otro lado



Como versa el título, no estoy aquí. Me pueden hallar en el Blog de Casiopea...




martes, 26 de agosto de 2008

Tampoco de esto soy culpable



En mi entrada anterior presenté una arenga que acusa a mi madre de las culpas que han hecho de mi un hombre que mira desde la izquierda las realidades del mundo. No volveré sobre ese punto. Sin embargo debo hacer un nuevo descargo.
Nunca me conformé con creer que estos ideales eran buenos y suficientes para pensar un mundo más justo. Me he embarcado en alguna que otra actividad que por estudio o puesta en acción argumentaran a favor de ellos. Por sobre todo, me he involucrado con el campo del conocimiento, no sólo por la necesidad de saber, sino también por la vocación de despertar en otros estas maneras de ver y pensar la vida; maneras por las cuales no se acepta con naturalidad que existan quienes deban perder para que otros ganen. Soy maestro/estudiante. Me niego a separar estos vocablos, no se es lo uno sin lo otro… Pobre de los alumnos que padezcan docentes que sí puedan hacerlo.
Pues bien, aquí viene la cuestión. Tampoco soy culpable de esto.
Recuerdos de muy temprana infancia me devuelven a noches que acababan con mi viejo sentado en el umbral de mi cama o la de alguno de mis hermanos, leyéndonos con histriónico encanto. Extrañamente, no recuerdo haber oído de su voz las absurdas peripecias de niñas tragadas por lobos y devueltas a la vida por fornidos leñadores; tampoco recuerdo haberle oído promiscuas desventuras de una joven blanca como la nieve conviviendo con un grupete de enanos. No, el viejo nos leía, una y otra vez, los eclécticos capítulos de La Enciclopedia de los Pequeños. Allí nos dibujaba con palabras infinitos mundos por descubrir. Aún conservo los siete tomos que jamás devolveré al hogar paterno, pues los custodio como añorado tesoro. De allí que para mi, leer sea más que un pasatiempo.
Pero no sólo ello. Recuerdo además tardes y noches de cine continuado (o miniseries) por Canal Trece o Teleonce (hoy más conocido con el mote de Telefé). En esas oportunidades no nos cobijábamos con los lánguidos largometrajes de Disney. Uno tras otro, aparecían ante nosotros personajes como Nerón, Carlo Magno, Napoleón, el negro de Raíces, los supuestamente heroicos militares yanquis de la segunda gran guerra, los grises rostros de las víctimas de Holocausto, los artesanalmente victoriosos vietnamitas, y tantos más. Todos ellos podían ser, para mi mente infantil, puras creaciones de la febril imaginación de un Hollywood extraordinariamente prolífero. Pero allí aparecía mi viejo como un pie de página vivo. Sus comentarios me ponían sobreaviso de que aquello era historia y me ofrecían el escenario contextual que me permitía entenderla y amarla. Hoy soy profesor de historia.
Y aún hay más. Desde que tengo memoria El Pelado (léase “mi padre”) se ha ausentado muchas horas de casa por motivos extrafamiliares y extralaborales. No, no se haga cruces importuno lector. Mi viejo es un tipo que siempre ha metido las patas en el plato y lo ha pateado cada vez que ha podido.
Cuando éramos pibes ocupó diferentes cargos en las cooperadoras de las escuelas a las que concurríamos sus hijos, y siempre con un compromiso extremo.
Cuando la vida nos devolvió a Hudson, logró involucrar a mi vieja en un proyecto que resucitó en el viejo Club Las Chauchas las fiestas familiares. Sentía que era necesario volver a juntar a los vecinos con los vecinos. No se equivocaba. La década de los noventa le dio la razón cuando los impulsos neoliberales destrozaron las redes sociales, tan peligrosas para el orden social.
Cuando una de las tantas crisis de la patria parecía aniquilar su pequeña empresa de servicios, se juntó con otros comerciantes de la zona y fundó un Centro de Comerciantes que les permitía no sólo defenderse de las decisiones políticas sino limar en algo la competencia a la que estructuralmente sus oficios los obligan.
Cuando yo ya era maestro, se fue a la cooperadora de una escuela en la que aún trabajo para ver si podía dar una mano.
Hoy mismo, participa desde hace unos años en el novato Rotary Club de Hudson, desde donde logra colaborar con muchas escuelas y otras instituciones sociales.
Y dejé para el final su trabajo de maestro. El pelado es además profesor de folcklore. Hacía mucho que no ejercía, la necesidad de bancar a la familia lo desvió de esos rumbos por un tiempo. Pero desde hace más de diez años es director de un grupo de danzas que él mismo fundó, TACUIL. Me animaría a decir que son cientos de personas las que se juntan a bailar sin que nadie pague un mango y sin que nadie cobre un mango. Ya en otra escuela en la que trabajé se vino a colaborar como profe de danzas en un proyecto que otras personas y yo habíamos diseñado para meter a los pibes en la escuela y sacarlos de la calle.

¿Hace falta aclarar más? A veces suelo pensar: “Pobres, mis viejos, les salí zurdo y maestro” (léase “loco a contramano y muerto de hambre”). Pero la verdad es que la culpa no es mía. Mi vieja me crío en los ideales del pequeño mundo que es la familia y yo sólo los extendí hacia mis otros mundos. Y mi viejo, me enseñó que la cuestión estaba en hacer y no sólo en decir. En ambas materias me falta recorrido pero en marcha estoy. Así que ahora hago extensivo mi rugido de la entrada anterior:


¡LA CULPA TAMBIÉN ES DE MI VIEJO!


Aquí lo ven cortando la torta de los diez años de Tacuil.
Una de las tantas cosas que se le debe festejar a este pelado inquieto.
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jueves, 14 de agosto de 2008

LA CULPA ES DE MI VIEJA

Hace unos pocos días, manejando hacia mi casa y entre bocinazos, acelerones, frenadas e insultos siempre desmedidos pero insuficientes, tuve una experiencia casi mística. Como un fogonazo, una verdad -impensada hasta ese instante- incendió los velos de mi ignorancia. Entonces, fue como si el espíritu de Freud se apoderara de mi conciencia, y llegué a la conclusión psicoanalítica que anticipa el título: “La culpa es de Mi Vieja”. Ella no lo sabe, apenas se lo adelanté el domingo pasado y me mandó a la mierda. Digamos que lo hizo sin darse cuenta. Pero esto es una certeza.
Ella fue quien me crío en la conciencia de que lo que había en casa era de todos y, por tanto, era deber repartirlo en partes iguales. Si algún chocolate llegaba a nuestras manos, regalo de algún pariente o similar, su voz imperativa asestaba: “Convidale a tus hermanos”. Jamás hubo un regalo, una golosina, una salida, ni un mimo, para unos sí y para otros no. A lo sumo si alguien quedaba de araca
[1] era ella.
Un nuevo argumento que la inculpa es el recuerdo de otra actitud, pero esta vez hacia afuera. Cualquiera podría argüir que la primera de mis razones no es válida, pues esa tendencia al igualitarismo era entre sus seres más amados. Sin embargo, recuerdo patente que cada vez que mi vieja nos compraba zapatillas, también compraba para mis primos, o bien ayudaba a comprarlas. Del mismo modo, cuando nos dábamos una vuelta por el supermercado -mucho más chico y con infinita menos variedad que los de hoy- también había unas cajas con mercaderías para mis primos. Claro, usted que viene leyendo esto intentará aducir que nuevamente la generosidad era para quienes la unía un vínculo afectivo. Pues se equivoca.
Mis viejos trabajaron siempre y vale recordar que con quien escribe suman tres hermosos hijos varones. La economía familiar dio –casi siempre- para pagarle a alguien que ayude con las tareas del hogar, otro alguien que se haga cargo de las plantas y el jardín, otro de la plomería, otro de la electricidad, etc. Ello da cuenta además de la inutilidad que significa, muchas veces, tener cuatro hombres en la casa. Al grano, la cuestión es que mi vieja a todos ellos, trabajadores golondrinas que frecuentaban mi casa, los sentaba a la mesa, con la familia, y les ofrecía sus siempre suculentos y exquisitos platos de comida. Más aún, para cumpleaños, días de las madres, navidades y demás, siempre tuvo algún regalito para ellos. Nos advertía y nos enseñaba, con esos gestos, que no existen diferencias entre ellos y nosotros. Esto, que parece una verdad de Perogrullo
[2], es -para un pibe de clase casi media- todo un descubrimiento ético/filosófico y, claro está, e ideológico.
A este breve compendio de argumentos, me animaría a sumarle uno más, incluso más rebelde, más activista. Cuando llegaron los hipermercados comenzamos a ir de compras a Carrefour. Ello era, para ella y para mí, todo un paseo. Allí cometía –de tanto en tanto- una gran osadía que disfrutaba como si fuese una travesura de niña. Aún no se había implementado el sistema de código de barras para definir los costos de los productos, cada mercadería llevaba una etiqueta con su precio. Pues ella, mi Vieja, cambiaba el precio de la jarra que le gustaba por el de una más barata y berreta. Sólo esto parece un simple acto de vandalismo. Sin embargo, todo se clarifica al recordar que cuando niños, mi hermano menor y yo robamos un par de caramelos al Kiosquero de la esquina y la Vieja se puso loca. No sólo sancionó nuestro accionar sino que se mostró desilusionada. Nosotros le recordamos su fechoría en el hiper, suponiendo que ello nos habilitaba para realizar actos de envergadura similar. Pero entonces llegó una nueva lección: no era lo mismo – nos explicó –; Don Hipólito era un laburante y Don Carrefour, no; y ladrón que roba a ladrón…
De ahí la conclusión a la que arribé esa tarde: Me críe en la hermosa idea de que nada era completamente mío y que por ende siempre había alguien con quien compartirlo. Y aunque en su momento me debe haber resultado un poco difícil entenderlo, eso hizo de mí un hombre con algunas ideas de las cuales me siento orgulloso. En definitiva, si alguien es culpable de que quien escribe sea un comunista, o un socialista, o –como supo llamarme un profesor que quiero y admiro- un Homus-Sovieticus, ese responsable ya fue hallado. De algún sitio tenían que venir estos deseos de igualitarismo, de propiedad comunal, de “para todos, todo”, que para colmo de males defiendo –más intuitiva que razonablemente- desde muy chico. Así pues, basta ya de cuestionarme los ideales, y mucho menos responsabilizar a los estudios que emprendo o las lecturas que elijo o la música que escucho (con amor ese "basta ya"). La cuenta es al revés, si hago esas elecciones no es por mi culpa. No soy yo el responsable de pensar como pienso. Ya saben a quien darle la cana [3]:










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[1] ARACA. S. (Quedarse de ......): Quedar abandonado, sin el beneficio esperado. http://www.muevamueva.com/comunica/lunfardo/lunf-c-g.htm

[2] No puede afirmarse con certeza quién fue Perogrullo. Para algunos, fue un personaje quimérico; para otros, una persona de carne y hueso, asturiano para más datos. Sea como fuere, lo que no puede cuestionarse es el caudal de ingenio y gracejo encerrado en las célebres "verdades" que se atribuyen a este personaje, que a la mano cerrada le llamaba puño. Estas "verdades" formaron parte de coplas, muy cuidadosamente recopiladas y un autor tan afamado como Francisco de Quevedo y Villegas las intercaló en sus prosas. La incorporación en el uso coloquial de la expresión verdades de Perogrullo (en realidad, una deformación del nombre Pedrogrullo) se debe a la necesidad de expresar aquello que por evidente y consabido se hace ocioso anunciar. http://www.taringa.net/posts/offtopic/111457/El-porque-de-algunas-frases.html

[3]CANA S. Agente u Oficial de Policía. (dar la ......) divulgar un secreto. Prisión. (batir la .....) avisar la proximidad de la policía. http://www.muevamueva.com/comunica/lunfardo/lunf-c-g.htm
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martes, 5 de agosto de 2008


El Hombre Que Pedía Demasiado


Satanás: ¿Qué pides a cambio de tu alma?

Hombre: Exijo riquezas, posesiones, honores y distinciones.... Y también juventud, poder, fuerza y salud... Exijo sabiduría, genio, prudencia... Y también renombre, fama, gloria y buena suerte... Y amores, placeres, sensaciones... ¿Me darás todo eso?

Satanás: No te daré nada.

Hombre: Entonces no tendrás mi alma.

Satanás: Tu alma ya es mía. (Desaparece)

Alejandro Dolina, Crónicas del Ángel Gris


Me devano en esfuerzos por morigerar mi “naturalizada” inclinación hacia la moral. Abundo en discursos que niegan ante los otros cualquier juicio de tal tipo. Ello, con la firme convicción de que luego serán esos otros los que me convenzan de que soy un hombre prescindente de moralinas capaces de determinar lo bueno y lo malo. Y sin embargo, todo esto no es real. Determinante y extremo, amo los grises porque no los tengo y confío –con vergüenza- en patrones que ubican los actos del hombre en las penumbras o en el fulgor.
No sé si existe Satanás. Parece raro que siendo tan poderoso aceptara, sin interpelaciones, tan buena competencia por parte de los hombres; casi lo dejamos sin empleo. Pero sí creo que existe el mal. Sí acepto que existen decisiones que nos ponen a oscuras. Sí confío en que la vida es un camino bifurcado capaz de conducirnos a venturas y desventuras.
También admito mi incapacidad para descubrir cuáles son tus luces y cuáles son tus sombras. Pero me permito intuir que ha de haber conductas que universalmente nos ponen sobre planos negros. Y es el caso del breve relato de Dolina un ejemplo de ellas. No apunto los fusiles hacia la ambición. ¿Qué sería el hombre si nunca hubiese ambicionado superarse y superar su bienestar? Pero desconfío de algunas apetencias. Fundamentalmente, consigo enojarme con las aspiraciones que nos alejan de quiénes somos, de nuestra verdadera esencia. Pues allí es donde aparece la oscuridad, donde ya no podemos advertirnos en nuestra verdadera condición.


La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas.
Karl Marx






viernes, 1 de agosto de 2008

Resistir en un mundo de total inteferencia




“... La risa es el mejor antidepresivo que se conoce. Abrir ésta (la boca) y cagarse de la risa, reírse en la cara de quien te quiere joder. Reírse es la forma más sublime de la resistencia... ¿Entiendes?...
Risa, la que soñó Miguel Hernández, ponedora de alas, quitapenas, que derrumbe los muros y nos haga no despertar de lo que siempre se despierta.
Reír a gritos, saludablemente, ante la cara del verdugo, del tirano; reír hasta que entiendan que es en vano pelear a ciegas contra la alegría.
Reír, que suene como decir no.
Reír, que suene como decir basta.
Reír sabiendo de qué nos reímos, arremetiendo contra los molinos, con la risa como escudo y como espada, hasta que una insolente carcajada, llena de convicción y de firmeza, estalle desafiante ante el que manda cada vez que decrete la tristeza... reír... reír... reír... reír... reír... reír... ja ja ja ja ja ja ja ja ja ...”







De la película El Dedo En La Llaga



La realidad se esmera, no sin éxito, en arrebatarnos la alegría de sabernos creadores de nuestra vida, de nuestros mundos. Y sabiendo que no será sin fracasos, es preciso que nos propongamos una vida de resistencia que consiga sortear algunas de las tantas interferencias que nos impiden conectarnos con lo que realmente somos. Si no nos es posible derrumbar la enagenación, al menos resistámosla lo mejor posible.

Tomemos un tiempo para hablar de ciertas cosas que parecieran sufrir arcanos estorbos para acceder a la charla vulgar. Dispongamos de un espacio para la lectura de textos malditos por los embaucadores del presente. Soseguemos en la carrera de la modernidad y respiremos profundo, porque no es tan urgente llegar a ningún lado y ni obtener meta alguna. Y en ese instante miremos por el rabillo del ojo a esos amigos que entienden, que saben que uno no ha parado porque está agitado sino porque está resistiendo de la manera que puede. Y sonriámosle con picardía y complicidad a esos amores, pues ellos también resisten: sonrisa/palabra, sonrisa/abrazo, sonrisa/canción, sonrisa/silencio...

Espero que vuestros comentarios promuevan en mí mejores participaciones futuras; pero por sobre todo, espero que esos comentarios completen las ideas siempre inconclusas e imperfectas que de mi surgen...
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