domingo, 28 de diciembre de 2008

Canción de Navidad



El fin de año huele a compras,
enhorabuenas y postales
con votos de renovación;
y yo que sé del otro mundo
que pide vida en los portales,
me doy a hacer una canción.
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La gente luce estar de acuerdo,
maravillosamente todo
parece afín al celebrar.
Unos festejan sus millones,
otros la camisita limpia
y hay quien no sabe qué es brindar.
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Mi canción no es del cielo,
las estrellas, la luna,
porque a ti te la entrego,
que no tienes ninguna.
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Mi canción no es tan sólo
de quien pueda escucharla,
porque a veces el sordo
lleva más para amarla.
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Tener no es signo de malvado
y no tener tampoco es prueba
de que acompañe la virtud;
pero el que nace bien parado,
en procurarse lo que anhela
no tiene que invertir salud.
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Por eso canto a quien no escucha,
a quien no dejan escucharme,
a quien ya nunca me escuchó:
al que su cotidiana lucha
me da razones para amarle:
a aquel que nadie le cantó.
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Mi canción no es del cielo,
las estrellas, la luna,
porque a ti te la entrego
que no tienes ninguna.
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Mi canción no es tan sólo
de quien pueda escucharla,
porque a veces el sordo
lleva más para amarla.



Para oir y ver "Canción de Navidad":









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sábado, 27 de diciembre de 2008

Festejos de Nuevo Año

Un nuevo año llega a su fin y todos festejamos el comienzo de otro.
Hace unos días, Galeano me develaba, a través de su maravilloso programa de televisión, que en verdad celebramos sobre las ruinas de una ciudad española rebelada contra el Imperio Romano y aplastada por el ejército de éste un 1º de enero.
Antes de aquel pasaje de ciudad a ruinas, el año comenzaba en marzo.
¡Qué extraña belleza tiene una dolorosa verdad resucitada del olvido!
No parece equívoco pensar que tal belleza resida en su constitución como alimento y motor de la conciencia. En un mundo donde el olvido gestiona enajenación, la memoria nos devuelve identidad. Y sabernos y reconocernos y recordarnos, es un paso insoslayable en el camino hacia la liberación.
¡Cuán minucioso es el trabajo de los hechiceros anestesistas para que del olvido de la explotación y el dominio, construyamos recuerdos festejables!





Ruinas de la ciudad de Numancia, último bastión de los rebeldes hispanos.
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El paso del tiempo
Seis siglos después de su fundación, Roma decidió que el año empezaría el primer día de enero.
Hasta entonces, cada año nacía el 15 de marzo.
No hubo más remedio que cambiar la fecha, por razón de guerra.
España ardía. La rebelión, que desafiaba el poderío imperial y devoraba miles y más miles de legionarios, obligó a Roma a cambiar la cuenta de sus días y los ciclos de sus asuntos de Estado.
Largos años duró el alzamiento, hasta que por fin la ciudad de Numancia, la capital de los rebeldes hispanos, fue sitiada, incendiada y arrasada.
En una colina rodeada de campos de trigo, a orillas del río Duero, yacen sus restos. Casi nada ha quedado de esta ciudad que cambió, para siempre, el calendario universal.
Pero a la medianoche de cada 31 de diciembre, cuando alzamos las copas, brindamos por ella, aunque no lo sepamos, para que sigan naciendo los libres y los años.
Eduardo galeano, Página/12, Buenos Aires, 11 de abril de 2004



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